¿Cuántas veces nos sorprendemos preguntándonos por qué nos pasa lo que nos pasa, qué hicimos para que la vida nos trate de tal o cual forma?
Es frecuente entonces que comencemos a suponer que la culpa es de aquella persona con la que establecemos un vínculo, sin importar de qué clase de vínculo se trate.
Más allá de no encontrar una respuesta que nos satisfaga, todos asumimos una forma de posicionarnos frente al padecimiento que nos producen los diferentes desaciertos y desencuentros que podamos ir teniendo. Pero llegará un punto en el cual probablemente tengamos que ir cambiando paulatinamente el lugar en que elegimos colocarnos.
Para lograr éste y otros cambios, la Consultoría Psicológica se presenta entonces como una herramienta válida para poder transitar este camino, que implicará seguramente dejar de sentirnos condenados por las circunstancias y poder tomar la vida como una construcción propia, original, para transformarla en beneficio propio, ya no dependiendo de otros sino de nosotros mismos, para en algún momento entonces sí comenzar a disfrutar de la relación con los demás.
Marcela Fabiana Méndez
Consultora Psicológica
Psicóloga Social
Cuando no se tiene nada es el mejor momento para empezar a tenerlo todo
"La consultoría psicológica debe servir en el mundo entero para la ayuda rápida, sin demoras. El conocimiento de las ciencias sociales modernas puesta al servicio del que necesita una ayuda ahora y no del que la necesitó en los años cincuenta, porque el contexto social no es el mismo, porque mucho de algo cambió, y cambió para siempre....."
Las crisis en el mundo se suceden al por mayor y no son gratuitas ni se olvidan pronto. Dejan sus marcas, sus secuelas en todas partes y por mucho tiempo. Sucede siempre cuando algo apunta a la vida humana misma que no se tiene demasiado tiempo para pensar, discutir, teorizar. Las ayudas deben ser rápidas a pesar de los errores que pudieran sucederse, pero además uno, como Consultor Psicológico, debe tener en cuenta el dispositivo que se utiliza en Consultoría que nos ayuda a superar esos errores de manera eficaz y con la menor pérdida de tiempo para encaminar la ayuda necesaria en todo momento. Un dispositivo que viene de la mano de Lacan y que lejos de apartarnos del objetivo de la consultoría, enriquece mucho más el proceso del restablecimiento del ser humano como persona. Crisis como las que se vive en nuestros países americanos donde la economía es el eje de la discordia en todos los planos de la sociedad, aún cuando uno pudiera pensar y rotular las crisis desde su singularidad, responden de todas formas a la génesis instaurada desde la creación y distribución de los roles mundiales de países que se auto-distribuyeron en un mapa de estrategia económica y no desde la estrategia social. Crisis que se viven en otras partes del planeta, si bien con sus razones y particularidades, responden de algún modo a lo mismo, aunque con respuestas diferentes.
La consultoría psicológica debe servir en el mundo entero para la ayuda rápida, sin demoras. El conocimiento de las ciencias sociales modernas puesta al servicio del que necesita una ayuda ahora y no del que la necesitó en los años cincuenta, porque el contexto social no es el mismo, porque mucho de algo cambió, y cambió para siempre.
En Argentina, la crisis desatada en el año 2001, tiene como todas, sus secuelas ahora, sus consecuencias se ven ahora, pero no responden tan solo a un año de historia, son el efecto de varias décadas de ensayos de acierto y error. De aquel año quedaron demasiadas semillas que abonadas por la conducta de los dirigentes florecieron en la personalidad de los dirigidos dejándonos tan solo amargas frutas que traspasan el gusto más allá de nuestra intimidad afectando todos los ordenes de la vida social, cultural, económica, política y privada.
Nuestras creencias, nuestros valores, nuestros sueños, fueron arrasados casi de manera espontánea sacándonos de la inercia de creernos en el nido de la abundancia para arrojarnos sin nada al tiempo de la necesidad. Y no es cuestión de usar el reflejo para devolverle al otro la imagen de sus miserias, para que vista desde una perspectiva ajena se vea a sí mismo tal como es y a partir de eso cambie, puede servir para algunos, pero seguramente no para la mayoría. No es cuestión tampoco de disfrazar las cosas para que se olvide de sus angustias y maquille su vida con ilusiones. Se trata de restaurar nuestra capacidad de relacionarnos de una manera más auténtica, más simple y solidaria. Se trata de un tiempo excepcional que se convierte en sensacional, un tiempo donde las excepciones de otras épocas son las rutinas diarias que uno ve en todas partes y afectan nuestras sensaciones, nuestras percepciones y nuestras comunicaciones. Un tiempo así merece la puesta en marcha de todos los mecanismos de contención social, de capacitación y acción. Un tiempo asi puede ser la mejor oportunidad para desplegar nuestras potencialidades en el corto, mediano y largo plazo. Aún recuerdo aquella frase que alguien me dijo hace algunos años cuando yo no tenía trabajo: "el momento en que no se tiene nada, es el mejor momento para comenzar a tenerlo todo", y a partir de alli cambié, esas palabras bastaron para emprender un cambio en mi posición subjetiva frente al problema, comencé a ser yo mismo el eje y el motor de mi trabajo, empecé a producir por mi propia voluntad. Empecé a pagarme yo mismo por lo que produje con la dignidad de saber que ponía de mi lo mejor que tenía. Empecé a generar mi propio bienestar.
Reconstruir una sociedad es una tarea no sólo de políticos y economistas, sino también de Consultores Psicológicos que somos especialistas en la relación y sus causas desde lo psíquico y desde lo social, de Psicólogos Sociales que disponen de otras aptitudes que suman en lugar de restar, junto a los Sociólogos y Trabajadores Sociales que deben activar sus conocimientos de manera rápida para trabajar en forma inter y transdisciplinaria junto a todos los profesionales de todas las ciencias. Reconstruir una sociedad como la nuestra lleva su tiempo, pero el tiempo que lleva nunca debe ser pérdida, siempre debe ser el paso necesario para el logro de mejoras en cualquier aspecto. Convertir un fracaso en éxito es una tarea con sentido cuando redefinimos el concepto de éxito y fracaso. A partir de las redefiniciones podemos entonces volver a vivir con un nuevo sentido de simbolización compartida y no con las máscaras de un reflejo que usa aquel que sólo muestra aquello que quiere reflejar para despertar en el otro las áreas que le son convenientes y nunca para un avance que pueda poner en duda su presencia y dominio, y no estoy hablando de un país, estoy hablando de un sector de la política que sienta sus bases del progreso tan solo en la economía de mercado, y éstos no tienen bandera.
Lo sucedido en un país sirve para la modificación de otros estados y lo no acaecido en un lugar no significa la inmunidad y la gloriosa bienaventuranza sempiterna de la que algunos intentan convencerse bajo la sonora risa de la indiferencia. Todo llega a su tiempo y en su justa medida. "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio", decia Serrat en una canción, pero cuando la tristeza se encarna en el ser humano y no tiene la posibilidad de recrear aquel primer encuentro con la protección de un Gran Otro en el fantasmático mundo de las imágenes, lo que late en su interior es la angustia que lejos de avanzar nos lleva nuevamente a cerrarnos y volvernos a la no producción sin poder articular palabra que nos encadene otra vez a los carriles de la realización.
Si no hay solidaridad, si solo palabras ficticias se dicen ante el reclamo de un temor, de una necesidad, de una ayuda, ¿quién puede ser tan diferente que se jacte de estar en mejor situación sin hacer nada por los demás con la seguridad de que nunca le llegará la hora de tener que vérselas con lo que alguna vez consideró ajeno con indiferencia y despreocupación?
Miguel Angel Arce
Consultor Psicológico Esp. Desarrollo Personal
Sexología Educativa (UBA)
Sexología Clínica (UBA)
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